Lo que uno se calla se convierte en callo. Se queda
anquilosado dentro, en el estómago metafórico. Ese cajón siempre abierto, con
ese desorden jerárquico y esa simetría de polvo en las esquinas.
Somos maravillosamente estúpidos.
Y esas cosas, de ese cajón olvidado, me da hoy por pensar
que son todas brújulas, todas indicando algún
norte.
Por eso estoy empezando a callarme lo que quiero marcar en el horizonte.
Para soltaros la retahíla descalzo, descansando de un largo camino.
P.R.R