lunes, 28 de noviembre de 2011

APOLOGÍA DEL CUBO DE AGUA FRESCA


La noche oscura plagada de focos de los escenarios, el silencioso campo rasgado por una guitarra que hace que los cuerpos se retuerzan en un placer indescriptible, algo así como cañonazos de belleza, estallando como fuegos artificiales entre los seres que practican este onanismo espiritual. 
Un atisbo de magia en medio de una piedra colosal que gira en torno al fuego perenne. 
Pero el ser humano se obstina en su manía de mirar y no ver. 
Si por un momento todos llegaran a contemplar la locura de la vida (si puede llamarse así) como quien ve los toros desde la barrera, si llegáramos todos en el mismo punto temporal a ver la vida como si estuviéramos muertos, inertes, como lo verían la piedras o el agua; quizás entonces gritara un tal Karl Jaspers de alegría y nosotros nos replanteáramos nuestra existencia mirándonos al espejo ese día por la mañana, llorando y viendo y aliviados. Ah… maldita Pandora, no debió cerrar la caja…

P.R.R